viernes, 28 de diciembre de 2012

Se me hace enorme este vacío.

Y allí estaba yo, en aquella parada de guaguas esperando a la misma línea de siempre. Justamente pensaba en ti, sí, casualidad.
De pronto noté como algo se aproximaba rápidamente hacia mí, eras tú. Me miraste y me pediste ir contigo a recoger el bono para la próxima guagua que cogiésemos, así que fuimos a ello.
Recuerdo cómo te miraba, tenía la misma cara de tonta que tengo ahora al escribirte. Tras esto, subimos al piso de arriba donde nos sentamos a esperar. 
Llegó nuestra guagua, entraste tú primero, yo tras de ti. Me senté tu lado y empezaron las miradas.
En un momento del trayecto te acurrucaste entre tus brazos, y no supe bien por qué. Te pregunté por qué estabas así, pero sólo respondiste 'nada'. Entonces yo me llené de orgullo y me cambié de asiento. Tú reaccionaste rápido y me pediste que regresara a donde estaba antes, así que tras pensarlo, volví.
A partir de ahí todo fue a mejor, no parábamos de mirarnos y me rogaste un beso. Te lo di, me moría de ganas de hacerlo.
Me encanta mirarte, realmente es algo que me fascina. Puedo sumergirme en tus ojos cada vez que me miras y sentir un cúmulo de emociones que me hacen sentir completamente viva.
Nos bajamos en la parada más próxima a casa, volvimos a besarnos. Subimos la cuesta de manos, y nos marchamos cada uno hacia nuestra calle.
Llegué a casa, feliz. Dos horas después me llamas desde la calle, abro la ventana y te veo allí, pregúntame si podía salir, pero ya era demasiado tarde.
Te volviste hacia tu casa y, esa fue la última vez que te vi en este año que se marcha.

Al día siguiente te volví a ver de lejos. Fue el día que te ibas de viaje para pasar el fin de año con tu familia, suerte que en seis días te volveré a tener aquí (ya quedan sólo cuatro).
Es increíble cómo me sigues llenando todavía. Lo sé, pero ni yo misma sé explicarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario