Era doce, un gran día doce.
No estábamos juntos, todo había acabado en meses anteriores, sin embargo, aquella tarde era diferente.
Era diferente por ser nada más que amigos, dos amigos que no podían evitar sonreírse al mirarse frente a frente. Dos amigos que en un simple abrazo expresaban todos aquellos sentimientos que quedaron a flor de piel.
Sí, fue totalmente diferente.
Yo fui aquella que vivió esa tarde contigo. Aquella con la que viste esa película en tal día. La que se tragó las palabras por no haberte dicho lo que realmente sentía, o aquella misma a la que tomaste de la mano como si el término "amigo" no nos hubiese sido válido.
Era una tarde llena de puras ilusiones. De emociones y sentimientos encerrados bajo la protección de una coraza.
Sin embargo, seguía queriéndote. Los minutos pasaban y yo seguía allí, enamorándome lentamente de tus gestos. Seguía siendo "yo", "tú" para ti, "ella" para los que sabían nuestra historia.
Entonces dime dónde buscarte, porque te aseguro que podría recorrerme este gran rompecabezas con tal de encontrarte.
Y si no vuelves, seguiré esperándote.
Y si alargas la espera, me iré, siempre y cuando sepas que realmente sigo esperándote.
Que sólo quisiera recomponer aquellos recuerdos, todo los que nos quedó atrás, todo el pasado que compartimos con un simple "nosotros".
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